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Siete hechos sobre la Perubólica



Los niños y jóvenes de hoy día le prestan poca atención a la televisión. A pesar de tener cien canales o más, su contenido rara vez compite contra lo que se puede ver por internet. Eso sí, cabe anotar que no siempre las cosas fueron así: antes de ellos hubo una generación de colombianos (entre los cuales se incluye el aquí firmante) que quedó con la cabeza limada de cuenta de nuestro vecino del sur. Sea por el azar del destino o las limitaciones técnicas o económicas, la infancia de muchos de nosotros habría sido gris sin la televisión peruana.

Para algunos la televisión peruana era motivo de morbo, curiosidad, asco o burla: todos sabemos que no habían contenidos muy letrados ahí. Para otros tantos, los que crecimos en casas donde no se podía pagar TV Cable, fue nuestra mejor amiga: los problemas peruanos eran los nuestros, sus personajes nos representaban y hasta hoy los recordamos con cariño. Cualquier rencilla futbolera o limítrofe (como la de la guerra de 1932) quedó perdonada. Hoy le rendimos un sencillo pero sentido homenaje a la perubólica: me voy a ir a sentar al sofá de la sala con una Toronja Postobón o un jugo Piti, enciendo el viejo televisor Goldstar negro y diré bajito un gracias por todo, chocheritas.

Trampolín a la Fama: ¡Siempre contigo! (fuente)

La explicación.
Situémonos en la Colombia de los años noventa, para que evitemos nombrar tecnologías actuales como la TDT. Para ver televisión en esa época habían dos posibilidades: señal abierta y cable. La señal abierta se obtenía por medio de una antena (de las grandes en el tejado o una antena de conejo pequeña) cuyo cable plancheto iba enroscado a la entrada coaxial del televisor y con ella podías ver los canales que emitían por medio de ondas de radio. Traducción: Teleantioquia en el canal 5, Caracol en el canal 7, RCN en el canal 9 y Canal A/Señal Colombia Institucional en el 13.

Claro, no era una oferta ni muy amplia ni muy atractiva. Ahí llegaron las empresas de TV Cable ofreciendo una suscripción a canales de todo el mundo (léase: los canales locales, todos de EEUU y uno que otro de Europa) a un precio prohibitivo. En respuesta a esto, surgieron empresas de menor envergadura, en algunos casos directamente piratas, que ofrecían la misma cantidad de canales o más a un precio más favorable. ¿Cuál era el truco entonces? En vez de HBO, Cinemax, TNT o History Channel te empacaban Frecuencia Latina, Panamericana, América TV y Canal 9/ATV.

También habían canales de otros países (Venevisión de Venezuela, ATB y Unitel de Bolivia, por poner casos) para ofrecer más canales a menor precio, pero el boom cultural se dio principalmente con los canales peruanos.

¿La viste en Panamericana de lunes a viernes en la tarde? Puede ir pasando papeles a Colpensiones, viejardo (fuente)

¿Cuándo empezó todo esto?
A inicios de los noventa. Como cualquier cosa que implique tecnología, a Colombia llegó tarde: por ejemplo en Argentina hubo televisión por cable desde los sesenta, masificándose desde los ochenta. Era el inicio de lo que ahora conocemos como globalización, lo que ahora para nosotros es cotidiano con internet: los colombianos que empezaban a engancharse con la TV de allá intentaban comunicarse dentro de sus posibilidades. Y los peruanos se daban prisa en responder, aún si no entendían bien cómo sus contenidos podían impactar a ciudadanos de otro país a miles de kilómetros.

"Tripita", cómico ambulante, algo así como el Cantinflas peruano (fuente)

Los programas que se destacaron.
La televisión peruana arrastraba desde los ochenta un fenómeno chicha. Traducción: pasó de ser una televisión para los criollos y la clase alta a ser una televisión más del pueblo, un poquito más imperfecta y chabacana, pero que se adaptaba al sentir y al ritmo de vida de los cholos. Si nos fijamos, la televisión colombiana tuvo exactamente la transformación opuesta: pasamos de Quieta Margarita, Gallito Ramírez y Azúcar, que reflejaban el sentir y las historias de las regiones, a El Señor de los Cielos, Lady y Fatmagül. Si quiera se murieron los abuelos...

En fin, volvamos a la perubólica. Durante esta década hubo de todo un poquito, ya que los canales que nos llegaban del Perú eran de programación generalista (es decir, para todos los públicos y no cerrado en uno solo). Para los niños estuvo Nubeluz, ese programa donde las dalinas hacían jugar, bailar y cantar a una horda de chiquillos en la tribuna y a millones más en sus casas. Esto duró hasta mediados de los noventa tras la trágica muerte de Mónica Santa María. Luego llegarían Karina y Timoteo a suplir ese espacio con una trama menos elaborada: una rubia linda y tierna junto a un Barney alimentado con Inca Kola y anticucho.

Para los que desde siempre fuimos enfermos por el fútbol era más fácil acceder a los resúmenes y goles de la incomprensible y aburrida liga peruana que a los de nuestra propia liga. Si la idea era reírse estaba Risas y Salsa (el Sábados Felices de allá), Los Ambulantes de la Risa (cuya base eran cómicos callejeros que reclutaban en los parques de Lima, llegaron a ser un fenómeno masivo) y Trampolín a la Fama (un longevo y cuestionado programa de espectáculos donde todas las razas del Perú se unían: el cholo, la criolla, el zambo y la gringa). Sobre el final de la década llegó Pataclaun, con un humor tan negro y contundente que no tenía mucho que ver con la familia de payasos que encarnaban. Las señitos (léase: las cuchas) podían engancharse con talk-shows como Laura en América o Mónica. O con Aló Gisela: una rubia contestando llamadas y entregando premios a mediodía.

Gisela Valcarcel, la de Aló Gisela. Estaba sabrosa, pa' qué (fuente)

Los personajes principales
Cronológicamente, los primeros que pegaron duro fueron Augusto Ferrando (el de Trampolín) y Mónica Santa María. No podemos dejar de nombrar a Jaime Bayly, cuando era un avispado y deslenguado entrevistador, antes de meter la cucharada en la política colombiana. En el segmento periodismo también podemos mencionar a Humberto Martínez Morosini (estrella de noticieros y narrador deportivo, recientemente fallecido) o los que salían en programas como Panorama (el de allá, no el de acá donde salía Otto Greiffenstein), Contrapunto o La Revista Dominical. Aquí nos toca mencionar a Magaly Medina, pero lo que hace en tv desde hace años no tiene un carajo de periodismo.

En el campo musical podemos destacar a Raúl Romero (vocalista de Los Nosequién y los Nosecuantos) y Gianmarco: ambos tuvieron su programa juvenil en la tarde. Los más catanos recordarán el drama que se desató en las clases bajas de allá por la muerte de Chacalón y los más jóvenes recuerdan el rock de Pedro Suárez-Vértiz o la insistente difusión de la tecnocumbia.

Y ya que mencionamos los talk-shows en el punto anterior, no sobra decirles: la mejor forma de hacerse bajar los dientes de un puñetazo en Perú es hacer chistes sobre Laura Bozzo y su show. Allá la odian, es una vergüenza nacional y tirar un "Señorita Laura es que yo lo conocí en una pollada" delante de los amigos peruanos que recién conociste puede ser la causa de que te asesinen con la mirada. Lo digo porque me pasó. Pilas con eso, después no digas que no te avisamos.

¿Hace falta explicar algo? Por supuesto que no (fuente)

No solo de Perú vive el hombre.
Los enlatados son los contenidos televisivos que un canal compra ya terminado, simplemente para ponerlo al aire sin incurrir en costos de producción. Gracias a esta práctica los seriados y telenovelas chibchas alcanzaron fama mundial y, gracias a esto, pudimos ver desde los canales peruanos animé de todos los colores, olores y sabores: Dragon Ball, Candy Candy y Supercampeones fueron los hits del animé. Mamás y tías se deleitaron con Xica da Silva o El Clon, por nombrar sólo algunos casos.

Alianza Lima fue el campeón peruano de 1997. ¿Quién dirigía? Un colombiano: Jorge Luis Pinto (fuente)

Esto ya había pasado antes.
Esa invasión televisiva de los noventa ya tenía precedentes claros: en los sesenta la juventud peruana bailó, bebió y se reprodujo copiosamente al ritmo de Los Corraleros del Majagual y la sabrosa cumbia colombiana. Finalizando la década nos contragolpearon con la aún más sabrosa cumbia peruana, que resaltaba por la psicodelia de sus guitarras eléctricas en un ritmo eminentemente sabanero, de vientos y cueros.

Fue un colombiano el que sacó campeón al equipo más popular del Perú tras 18 años de sequía, fue otro colombiano el que pasó con más pena que gloria por la selección bicolor, son varios colombianos más que han hecho campañas más o menos decorosas. También han sido varios los actores peruanos que destacaron aquí. Si van a morbosear a Christian Meier este es el momento, chicas, yo haré lo propio: Stephanie Cayo mamasota, te hago 20 hijos.

Mónica Santa María, la dalina chiquita, la estrella de Nubeluz (fuente)

¿Por qué se fue y por qué murió? ¿Por qué el Señor me la quitó?
Como lo expusimos previamente, la perubólica fue una respuesta para las clases medias y bajas al TV Cable que no se podían permitir. Fueron entonces varias las razones del ocaso de los cables truchos: aumentó la oferta y bajaron los precios, la masificación de este servicio y la oportunidad que encontraron los gigantes de las telecomunicaciones para ofrecer triple play (es decir, el empaquetamiento de los servicios de telefonía, internet y televisión) a precios bastante asequibles. Esto ocurrió a mediados de la década del 2000, pero ya el daño estaba hecho: queramos o no, los que nos quemamos las pestañas viendo televisión durante la década anterior habíamos sido peruanizados. No queda más que agradecerles por el servicio.