Designed by Veethemes.com

Siete usos prácticos de la borrachera


No hay nada en el mundo que no mejore con unos traguitos, nada. Se bebe para festejar el nacimiento y para adormecer la pena de la muerte. Tan bueno es que desde el siglo III se tienen registros del uso de alambiques para destilar licor. Tan bueno es que, hasta donde sabemos, Jesús no le entregó un cáliz lleno de aguapanela a sus discípulos como sangre de la alianza nueva y eterna. Sea esta un tímido elogio al alcohol, con tono de reivindicación debido a las malas acciones de los malos borrachos.

La vida es muy dura como para no permitirse unos tragos el lunes. O bajar cantidades navegables de cerveza viendo el partido. De vez en cuando tragar aguardiente hasta desatar un tsunami de vómito. Incluso es válido para animarse a besar a esa mujer que, en sano juicio, tiene la cara de Maria Leona Santodomingo. Cada quien tiene sus motivos para echarse unos tragos. Nosotros les proponemos siete situaciones donde es indispensable estar tomado. Traigan el pasante y, por favor, no se hagan los maricas con la vaca.

Fuente: Condorito en Pinterest

1. Ir por primera vez a casa de los suegros

Confieso que la última vez que pasé por esa dura situación tenía varias jarras de Cajicá Honey Ale encima, los cachetes colorados y la lengua pesada. Creo que debido al susto me sentía como metido en el Desembarco de Normandía. ¿El resultado de esta operación? Las fuerzas nazis (léase: mi suegro) huyeron por el río Sena tras la liberación de París. ¿Cómo logré caerle bien e incluso hacer reír a un señor grandote que casi sacaba a machete a los noviecitos de la hija mayor? No sé, apreté todos los botones.

La moraleja es que, a veces, la sobriedad atormenta y debilita. Para nosotros, los que tenemos una torpeza casi patológica para relacionarnos con los demás, el licor es una bendición. Nos desinhibe, nos pone graciosos (deberían emborrachar a Alejandro Riaño antes de cada show) y, de paso, perdemos un poco la percepción de las cosas: nada es tan grave como parece.

2. Bailar

Este punto no resiste mayor análisis. Al fondo se oye Sonido bestial de Richie Ray & Bobby Cruz, la gente en el salón se divide en dos. El primer grupo se mueve demencialmente al ritmo de la música y dan por sentado que sus genes pasarán a la siguiente generación. Los segundos parecen estar sufriendo un ataque de epilepsia y no solo no saben si se podrán reproducir algún día sino que no han visto una teta desde el gobierno de Julio César Turbay.

¿Cómo terminar con la tiranía del baile y la opresión contra nosotros los que tenemos una marcada deficiencia motriz? Bebiendo, porque ni siquiera recibiendo clases de baile te puedes igualar a esa casta elegida. Un día, cuando creía superado el tema, me dijeron esto: “Es que vos te sabés mover, sabés los pasos, pero el flow te lo quedaron debiendo”. ¿Por qué no me morí chiquito?

Fuente: Stephanie Smith en Pinterest

3. Levantar y/o tener sexo

No estamos descubriendo nada si decimos que gracias al licor mucha gente le ha podido ver la cara a Dios. De hecho Jerry Seinfeld zanja la discusión diciendo que el 95% de la población humana se empareja gracias al alcohol y no debido a citas como la gente bonita. Si tu vida amorosa consiste en cientos de intentos seguidos de un número aún mayor de fracasos, puede que el vino o el ron sean lo tuyo. Ya sabes que los filtros de Retrica no funcionan.

Tampoco estamos descubriendo nada si decimos que el licor, como todo lo bueno en la vida, hay que saberlo manejar. Es decir: besar a alguien que en vez de celular tiene tabla ouija no es tan grave, principalmente porque vos estás ebrio y los que sufren y/o se burlan son los demás. El asunto toma ribetes apocalípticos cuando la persona que conociste en una noche de farra, a la que difícilmente conoces, se convierte en tu pareja. ¿Cómo se lidia un noviazgo con una persona de la que escasamente sabes el nombre? Estando borracho toda la relación.

Llamado a la solidaridad

4. Ver Batman vs Superman

¿Puede el licor hacerte ver con buenos ojos una película que te decepciona de principio a fin? No sé, lo bueno es que el guayabo no te va a matar si tu mamá se llama Martha. Sigamos.

5. Escuchar vallenato

Este paisito tropical de dos océanos puede que no sea tan próspero para el cine, el rock o básicamente cualquier cosa que denote adelanto científico, social, económico o cultural. Eso sí, rockstars con vidas cinematográficas sí tenemos: los cantantes de vallenato. Su legado a nivel musical es casi tan grande como su descendencia o sus cagadas o sus líos con la justicia. Diomedes Díaz no tomaba yogur de melocotón antes de cantar o de enfiestarse. Ustedes tampoco lo hacen para escucharlo.

Es música que, guste o no, se conecta con lo más íntimo -y en ocasiones lo más bajo- de la condición humana. Creemos que el vallenato está tan arraigado en la psique del colombiano que proponemos un experimento: agarrar a cinco metaleros y darles diez rondas de aguardiente (licor leviatánico que le saca el indio a uno). ¿Qué obtenemos? Cinco peludos con camiseta de Behemoth que se saben Obsesión. Y la cantan con la potencia miserable de todas sus tusas pasadas.

Ídolo

6. Explicar el mundo

Los múltiples experimentos etnográficos de observación participativa que se hicieron para este artículo nos dejaron una reflexión: el licor deja correr las anécdotas y las conjeturas con más fluidez. Con otras drogas, por ejemplo la marihuana, tu cerebro se resetea cada tanto y difícilmente hilvanas tres frases seguidas. Es así como empiezas hablando de Popper (el filósofo, no la droga) y terminas meando desde un balcón.

Respecto a esto hay estudios científicos que aclaran el tema: el licor no inhibe los sectores del cerebro donde se almacena lo que sabes, sea por estudio o por experimentación. La diferencia con el alcohol es creer que hablarle apasionadamente de Popper (de nuevo el filósofo, no la droga) sirve para seducir a esa mujer en la barra del bar que, valga aclarar, está hasta el pelo de popper (ahora sí la droga, no el filósofo). Mejoren esa parte.


7. Vivir, en general

En este apartado no se pretende exhortar a los lectores a que se hagan alcohólicos. Decía Aldous Huxley en Un mundo feliz que “una civilización no puede ser duradera sin gran cantidad de vicios agradables“. Y sea el vicio que sea (en este caso el alcohol) tiene su cierto mérito en tanto sirve de línea de fuga a una vida que, de pronto, no es la que queremos o esperábamos.

El licor no mejora la vida pero, al menos, te da una noche de respiro para retomar al próxima día hábil en horario de oficina. Las drogas en general son una problemática de salud pública y eso no resiste análisis. Eso sí: me cuesta creer que un usuario de drogas tiene menos valor por evadirse de su vida que alguien que vive la suya siendo un conformista, levantándose a diario de mala gana, queriendo huir pero nunca haciendo nada para tal fin.