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Siete cosas que delatan a un estudiante de universidad pública


De entrada aclaro que aquí no vamos a discutir sobre la problemática de la universidad pública. Es cierto, la educación superior pública nunca ha sido una prioridad (y está cada vez peor) y la educación superior privada es inaccesible para la inmensa mayoría (y también está cada vez peor), pero ese debate se expondrá en su momento.

Lo que me ocupa en este texto es usted que nos lee, el estudiante o la persona que frecuenta alguna universidad pública. Sabemos que, al igual que nosotros, sabrá reírse de nuestras verdades y nuestras vergüenzas

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Le han dicho "¿Y por qué no está tirando piedra?"
Por muy lógico que suene, hay gente a la que puede no quedarle claro que de una universidad de casi 40.000 estudiantes no todos somos tirapiedra. De hecho solo unas decenas de ellos son los que promueven paros y/o causan los disturbios. Vamos con otro ejemplo: en Colombia vivimos unas 45.000.000 personas, de las cuales NO TODAS somos narcotraficantes. Aplica la misma lógica.

Así como no todos los estudiantes de u pública nos agarremos a pelear con el ESMAD, también es dable anotar que no todos tenemos la misma opinión formada al respecto. Unos arengan y aplauden a los capuchos, otros salen corriendo muertos del susto, a otros tantos les da absolutamente igual y algunos aprovechan el fragor de la batalla para comerse aquello en los baños. Algunos están de acuerdo con la lucha armada, otros estamos en contra, otros esperan el tropel para ver el partido de Champions o salvarse de un parcial. Para gustos los colores.

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Y ha respondido "Yo al menos pasé el examen de admisión".
Esto puede ser verdad o no (porque vuelve y juega: no hay que asumir que todos los estudiantes de privada se presentaron a la pública y no pasaron) pero es el argumento más usado para rebatir el punto anterior. Si se dice en público van a pasar dos cosas: escuchará el UUUUUHHHHH por parte del respetable y verá cómo a su víctima se le cae la cara de la vergüenza.

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No le pueden proponer plan un martes sin reírse como un pendejo.
No sé cómo explicar esto sin herir susceptibilidades. Voy a hacer mi mejor esfuerzo: en Medellín y en Colombia pasa mucho que alrededor de las universidades hay... ehm... alojamientos temporales para parejas cachondas. ¿Claros hasta aquí? Listo. Muy cerca a la UdeA, acá en Medellín, hay un motel que da el 50% de descuento los martes. Y presentando el carné de estudiante también te dan descuento. Todo esto lo leí en internet porque el staff de este sitio es virgen.

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Sabe que Medellín tiene más aeropuertos aparte del Jose María Córdova y el Olaya Herrera.
Creía de forma errada que el chiste del aeropuerto era exclusivo de acá. Pero hablando con amigos de otras ciudades resulta que en la Nacho, Univalle y otros tantos campus del país hay aeropuerto. No creo que haga falta explicar mayor cosa acá. Solo digo que ya quisiera el estado tener semejante infraestructura para los vuelos: Aerocivil no existís. Eso sí, nadie del staff ha ido allá a aspirar sus olorosas y cannábicas esencias. Nuestros consejos de redacción siempre son en la casa cural, después de la misa.

Atención a esta pendejada de anécdota: llevo ocho semestres burlándome de una compañera que en inducciones preguntó que si podíamos ir a ver aterrizar aviones al aeropuerto. Espero que no me lea, y que si lee no se enoje.

El gemelo malvado/estudioso de Rollo (fuente)

¿Replicar clichés y estereotipos del colegio en la universidad? ¡Porsupollo!
Esto es algo en lo que un grupo considerable de gente está en desacuerdo, uno de ellos el grandioso Jaime Garzón. Se supone que la universidad es ese lugar donde los diversos sentires y saberes confluyen y se complementan con la academia. Claro, así las cosas está mal hablar del nerd, el sapo, el marica o el negro de la clase, asignándole una etiqueta o una generalización a un número X de estudiantes. Nosotros respetamos esa posición pero estamos un poquito en desacuerdo.

¿Que por qué? 7claps siempre defiende lo indefendible y nuestra misión es desdramatizar la vida, por muy hijueperriada que esté. La burla es algo inherente al ser humano y es lo que divide a humanos y demás especies, pues es la forma de descargar los sentimientos negativos eludiendo la agresión física. O sea: un comentario satírico puede ofenderte pero no te mata como una pedrada, un balazo o un mordisco a la aorta. La burla es cada vez más equitativa, es infantil pero necesita una poca de inteligencia y sagacidad, es un lenguaje común y no merece ser erradicada buscando una falsa corrección política. Es por eso que el Soldado Micolta está mal pero las muertes por desnutrición en el Chocó están bien. Eso sí no es racismo.

Los estereotipos del colegio se repiten, perdiendo en ingenuidad y ganando en humor negro. Incluso se suman más personajes como el marihuanero o el mamerto. Todos sin excepción caemos, queriendo o no, en el uso de estos clichés, hasta el buen Ray Charrupí. Lo que en el fondo cambia es que entendemos que los chistes son menos dolorosos que la exclusión. ¿Cómo así? Que ese paso del colegio a la u pública (con la consabida pérdida de la ingenuidad) es lo que nos permite entender que el agüevado del salón sea nuestro jefe o nuestro socio mañana, es decir, que lo necesitamos en la sociedad.
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Sus horarios son más tristes que El niño de la pijama de rayas.
Miren, no los quiero aterrorizar, pero si les interesa o les toca trabajar y estudiar al tiempo acostúmbrense a mercar en el D1 y a freelancear como locos. Ojo, que no parezca esto una apología a la vagancia y al ser un mantenido. No es imposible pero es muy difícil. Son varias las razones: la primera es que a las empresas no siempre les queda fácil garantizarle horarios flexibles a los estudiantes. La segunda es que, según el caso, un empleo de fin de semana o medio tiempo puede no brindarte los ingresos necesarios para vivir dignamente.

Pero la última y no por eso menos importante razón es que tener un buen horario de clase en una universidad pública es para peregrinar al Vaticano. Justo me acordé de un amigo al que le tocaba una clase de seis a ocho de la mañana y la clase siguiente era DE SEIS A OCHO DE LA NOCHE. Obviamente un hueco de diez horas es un caso extremo, pero esos huecos muchas veces no dan para trabajar sino para dormir en un rincón, comer o adelantar lecturas. Creo que no soy el único que vivió uno o más semestres subido a un Circular Coonatra corriendo de la oficina a la universidad y solo pasaba por casa a usar la cama y el baño.

Este tema tiene muchos matices y variables. Puede que esto pese mucho a la hora de decidir entre la pública o la privada, donde de entrada se sabe que toca o todo en la mañana o todo en la tarde o todo en la noche. Puede que usted, igual que yo, no tenga que cubrir muchas necesidades y por ahí se permita el lujo de no trabajar o hacerlo libremente. Hay gente que rinde en la universidad, rinde en el trabajo y llega con alientos de ayudar al hijo a hacer tareas. Para que vean que los héroes en Colombia sí existen.



En la universidad pública AFORTUNADAMENTE ha visto de todo.
No estamos descubriendo nada con esto, pero mal haríamos en dejar de mencionarlo. Todos hemos escuchado decir que en las universidades privadas la gente es muy homogénea, que es muy parecida entre sí, que vienen todos del mismo lugar y que hay una espiral del silencio que se traga al que es diferente. No me consta pero hay algo que sí: la universidad pública, con todos sus vicios, sus errores, sus horrores y sus dificultades, deja profundas enseñanzas más por su entorno que por las clases en sí. Es que en la pública se ve de todo, hay tanta diversidad como sus ojos le permitan verla.

Hay cosas básicas en las que todo visitante o primíparo se fija, como las parejas gais que se besan en público, la venta de drogas, los pelos pintados, las paredes rayadas o los estudiantes de Artes haciendo cosas que nadie entiende. Toda esa diversidad no lo va a hacer más tolerante ni más inclusivo, pero seguro lo va a poner a pensar. Y desde que pensemos la cosa no está tan mal. Tanto se refleja la sociedad en sus universidades públicas que dentro de ellas han habido desde guerrillos hasta paracos pasando por delincuencia común. Son los conflictos, las necesidades y las virtudes de la universidad pública las mismas que tiene o padece la gente de a pie fuera de ella.

En una universidad pública, cual Torre de Babel, se escuchan acentos y lenguas de todas partes del país y hasta del extranjero. Es un espacio politizado y con opiniones formadas, donde empiezas hablando de cómo jugó James el domingo y terminas debatiendo sobre literatura latinoamericana. Es un espacio donde hay múltiples formas de ver el mundo que nos hacen llegar a casa queriendo explorar y entender el mundo un poquito más que ayer. Es un espacio inmenso de realización personal donde cada quien es, teniendo más libertad dentro de la u que fuera de ella. Es eso lo que más le agradezco a mi Alma Máter, el diploma termina siendo lo menos importante.